Se necesita esposa by Christine Rimmer

Se necesita esposa by Christine Rimmer

autor:Christine Rimmer
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 1997-01-31T23:00:00+00:00


Capítulo 10

Natalie llegó a casa poco antes de las nueve. Las luces del salón estaban encendidas. Probablemente estaría Rick allí. Como quería evitarlo, aparcó el coche en el garaje y entró por la puerta de atrás, que daba directamente al pasillo y a las escaleras.

Pero no había puesto un pie en el primer escalón cuando la voz de Rick la detuvo.

—Natalie…

Estaba en el marco de la puerta del salón, vestido con una sudadera gris, unos vaqueros viejos y unos mocasines. Natalie se detuvo y lo miró.

—Hola —le dijo.

Rick estaba sonriendo.

Natalie se preguntó si serían imaginaciones suyas. Hacía días que Rick no le sonreía.

—Hola —respondió, y esperó.

Pero Rick no parecía tener nada más que decir. De modo que fue ella la que dijo:

—Buenas noches —y comenzó a subir las escaleras otra vez.

—Natalie, yo…

Natalie se detuvo en el segundo escalón y esperó un poco más. Pero Rick continuaba en silencio.

—¿Sí?

—Yo… Me preguntaba si podríamos hablar. Sólo un minuto o dos.

Por la actitud de Rick durante los últimos días, Natalie pensó que no iba a gustarle lo que tenía que decirle. Pero si se negaba a hablar con él, se enfadaría todavía más y ella estaba intentando mantener su relación a un nivel suficientemente cordial. Así que murmuró a regañadientes:

—De acuerdo.

La sonrisa de Rick se transformó en un gesto de pesar. Se volvió y señaló hacia el sillón del salón.

—Pasa, ¿quieres? Y siéntate.

Natalie frunció el ceño. Se suponía que tenían que evitarse el uno al otro.

—Pasa por favor. Te prometo que no te morderé.

Aquello la hizo reír. Pero con una risa nerviosa. Rick volvió a señalar el sofá. Natalie cruzó la puerta, pasó por delante de él y se sentó donde le había indicado.

Rick la siguió un segundo después y se dejó caer en una sofá enfrente de ella. Una vez allí, parecía no saber cómo empezar. Apoyó los codos en los brazos del sofá, cruzó las manos sobre su estómago y bajó la mirada hacia sus manos, como si las estuviera estudiando.

Natalie se descubrió a sí misma mirando también las manos de Rick. Unas manos de dedos largos y uñas cuidadas.

—Mira, he estado pensando en algunas cosas.

—¿Sí?

Sonaba ridículamente esperanzada. Y se había inclinado hacia él. Así que se obligó a retroceder y a contar hasta cinco antes de preguntar.

—¿Qué cosas?

—Yo… soy consciente de que últimamente he sido muy duro contigo.

De pronto, Natalie sintió una extraña presión en el cuello y encontraba dificultades para mirarlo.

—¿Natalie?

—Sí, es cierto. Has sido muy duro conmigo.

Rick se removió incómodo en su asiento.

—Creo que… te juzgué precipitadamente por no querer contestar esa llamada.

—Es verdad, lo hiciste.

—Y he estado fuera de lugar en muchas otras cosas. Reaccioné de forma ridícula con lo del Newsweek. Y también sobre tú…

—Lencería.

Rick carraspeó nervioso.

—Yo… quería pedirte perdón.

Dios. Era el mismo tono que había empleado su padre para pedirle perdón a Erica esa misma mañana. Al igual que Jake, Rick estaba pidiendo disculpas como si estuviera haciendo una gran concesión. Y Natalie sintió una repentina irritación hacia todos los hombres.

Rick debió advertir la exasperación que reflejaba su mirada.



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